Dialogando con el capitán Ahab
Un encuentro lírico
El encuentro entre capitán Ahab y Starbuck, el primer oficial del barco ballenero Pequot, es tal vez uno de los diálogos mas líricos y dramáticos de la novela Moby Dick.
La historia
El inflexible capitán Ahab permanecía en la claridad de la mañana, cuando Starbuck vio al viejo; le vio cuánto se asomaba sobre la borda…
Con cuidado de no tocarle, ni de ser advertido por él, se le acercó, y se quedó a su lado.
Ahab se volvió.
—¡Starbuck!
—Capitán.
—¡Ah, Starbuck! El viento es suave, suave, y el cielo tiene un aspecto suave. En un día así, con una dulzura muy parecida a ésta, hería mi primera ballena: ¡un muchacho arponero de dieciocho años! Hace cuarenta años… ¡cuarenta, cuarenta! ¡Cuarenta años de continua pesca de ballenas! ¡Cuarenta años de privaciones, de peligros y de tormentas! ¡Cuarenta años en el mar despiadado!
¡Durante cuarenta años, Ahab ha desdeñado la tierra pacífica; durante cuarenta años, para guerrear con los horrores de lo profundo! Sí, y de esos cuarenta años, Starbuck, no he pasado ni tres en tierra firme. Cuando pienso en la vida que he llevado; en la desolación de soledad que ha sido; en el emparedado y amurallado aislamiento de un capitán, que deja muy poca entrada a cualquier simpatía de la tierra verde que le rodea… ¡Ah, fatiga, pesadez!
¡Huyamos de estas aguas mortales! ¡Vamos a casa!
Starbuck
Y luego la locura, el frenesí, la sangre hirviente con que en mil ataques en la lancha el viejo Ahab ha perseguido a su presa con furia espumeante (¿más demonio que hombre?); ¡sí, sí! ¡qué cuarenta años de loco! ¡loco, loco! ¡viejo loco, ha sido el viejo Ahab! ¿Por qué este empeño de la persecución? ¿por qué fatigar y paralizar el brazo en el remo y el arpón y la lanza? ¿Qué ha ganado o mejorado ahora con eso Ahab?
Starbuck ruega al capitán Ahab interrumpir búsqueda
—¡Ah, mi capitán, mi capitán! —le responde Starbuk— ¡Alma noble! ¡Viejo gran corazón, después de todo! ¡Por qué ha de perseguir nadie a ese osado pez!…¡Huyamos de estas aguas mortales! ¡Vamos a casa! También Starbuck tiene mujer e hijo; mujer e hijo de su juventud, compañeros de juego, como hermana y hermano; ¡así como los suyos, capitán, son la mujer e hijo de su tierra, afectuosa y paternal vejez! ¡Lejos, alejémonos! ¡Déjeme cambiar de rumbo al momento! ¡Con qué alegría, con qué regocijo, ah, mi capitán, correríamos para ver de nuevo a la vieja Nantucket!
Pero Ahab desvió la mirada; se estremeció como un frutal agostado y dejó caer al suelo su última manzana en cenizas.
—¿Qué es, qué cosa sin nombre, inescrutable, sobrenatural; qué amo y señor escondido y engañador, qué emperador cruel e inexorable me manda; para que, contra todos los amores y deseos naturales, siga así empujando, concentrándome, agolpándome, todo el tiempo; haciéndome estar implacablemente dispuesto a lo que no me atrevería en mi propio corazón natural?
¿Es Ahab, Ahab? ¿Soy yo, Dios, o quién es el que levanta este brazo? Pero si el gran sol no se mueve por sí mismo, y es sólo un recadero en el cielo, ni puede girar una sola estrella sino por algún poder invisible, ¿cómo entonces puede latir este pequeño corazón, cómo puede pensar pensamientos este pequeño cerebro, si no hace Dios ese latir, y hace ese pensar, y hace ese vivir, él, y no yo?
Por los Cielos, Starbuck, nos dan vueltas en este mundo, como aquel cabestrante, y el Destino es el espeque. Y todo el tiempo, ¡mira! ese cielo sonriente, y ése mar insondado. ¡Mira esa albacora! Sí, ¡y nos pondremos herrumbrosos entre lo verde, como las guadañas que se tiraron el año pasado, y quedaron entre las ringleras a medio cortar, Starbuck!
El Capitan Ahab hizo caso omiso a Starbuck y con dolor de cadáver, el primer oficial se retiró.
Ajá a estaba empeñado como un loco ir tras la ballena blanca Moby Dick, pero el leviatán puede ser cualquier otra cosa, un ideal, una meta, el sentido de grandeza o conquista, en fin, cualquier aspiración que esté marcada con a la muerte, el fracaso o el éxito.
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