Las bacantes y Dionisio
Las Bacantes trata del dios griego, Dioniso y su llegada a Tebas, donde quiere imponer su culto. Dionisio llega acompañado de su comitiva de mujeres con las cuales inicia el ritual báquico y crea un estado caótico en la ciudad. Allí es rechazado por el rey de Tebas, Penteo, que no acepta sus ritos ni le reconoce como dios.
Penteo, persigue a las bacantes y ordena –una vez capturado– encarcelar y encadenar a Dionisio, y aunque la deidad mítica lo permite, poco después logra liberarse gracias a sus poderes. Posteriormente se le aparece a Penteo y como venganza, lo enloquece y lo engaña para que se disfrace como bacante y marche hacia el bosque Citerón, donde es despedazado por las ménades, hasta matarlo.
¿Quiéns son las bacantes?
Las ménades son las mujeres bacantes que entran en estado de frenesí báquico o locura, y una de ellas es la madre de Penteo, cuyo nombre es Ágave. Ésta, en su estado de éxtasis báquico, clava la cabeza de su hijo en un tirso, y lo lleva a través del monte Citerón hasta el palacio de Tebas, donde lo muestra como trofeo. Cadmo, padre de Ágave, la exhorta y le dice que a quien lleva sobre su tirso es a su propio hijo, Penteo, y así descubre su terrible acción.
Al final, Dioniso, envía al destierro a sus parientes y se impone como divinidad, una acto de terrible crueldad y de difícil comprensión para los humanos del siglo XXI.
El dios Dioniso, es símbolo de la naturaleza salvaje, del vino y el bacanal, de lo caótico e inesperado, la muerte y resurrección. Esta obra recoge uno de los mitos mas contagiosos y controversiales de la mitología griega.
Los atributos de las bacantes son el tirso, flecha coronada de hiedra o pámpanos, la piel de cervato sobre sus hombros y la corona de hiedra o serpientes en la cabeza; forman las cofradías del dios, al que al que celebran con danzas frenéticas al grito de Evohé.
Eurípides, vivió en el año 406 antes de nuestra era, y es autor de innumerables tragedias griegas, tales como Medea, Ifigenia, y Electra. Sus contemporáneos mas famosos, fueron Sófocles y Esquilo.
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