La muerte de Sócrates, entre la alegría y la tristeza

Escrito el: 11/01/2023 por Club de Lectores Gorki

La muerte de Sócrates, es uno de los acontecimientos mas dramáticos de la  historia de la  filosofía, pues fue condenado a muerte en forma injusta, uno de los grandes pensadores de Atenas, Grecia, del siglo V antes de nuestra era.

La muerte de Sócrates está narrada en uno de los diálogos de Platón, exactamente, en el diálogo de Fedón, quien le narra los sucesos a su amigo, Equécrates.

Sócrates
Sócrates, el gran filósofo griego fue condenado a tomar el mortal veneno llamado cicuta.

Fedón es precedido por otros dos diálogos, La apología de Sócrates y Criton. La apología es una disertación del mismo Sócrates en su defensa, en donde refuta las acusaciones en su contra y expresa su preferencia a la muerte a renunciar a sus ideas.

En Critón, el otro diálogo de Platón, sus amigos intentan persuadirlo de que escape antes de que sea ejecutado. Sócrates elige aceptar la condena a muerte y beber la cicuta, enfatizando la importancia de la obediencía a las leyes.

 Finalmente llegamos al diálogo Fedón donde se narra los últimos diálogos filosóficos de Sócrates y sus discípulos, y finalmente su muerte.

Minutos antes de la muerte

Unos minutos antes que le administraran el veneno, la famosa cicuta, Sócrates, dijo:

A mí ahora me llama, como diría un actor trágico, el destino, y es casi la hora de que me encamine al baño. Me parece que es mejor que me bañe y beba luego el veneno para no dejar a las mujeres el trabajo de lavar mi cadáver.

— ¿Y de qué modo te enterraremos?, le preguntó uno de sus discípulos.

  —Como queráis, siempre que me atrapéis y no me escape de vosotros—, contestó con humor.

Al ver Sócrates al individuo encargado de administrar el veneno, le dijo:

  —Venga, amigo mío, ya que tú eres entendido en esto, ¿qué hay que hacer?

  —Nada más que beber de la copa y caminar—dijo— hasta que notes un peso en las piernas, y entonces debes acostarte para que el veneno actúe.

Al tiempo tendió la copa envenenada a Sócrates.

Sócrates toma la cicuta

Y él la tomó,  con  serenidad, sin ningún estremecimiento y sin inmutarse en su color ni en su cara, sino que, mirando de reojo, con su mirada taurina al envenenador, le dijo:

  —¿Qué me dices respecto a hacer una libación a algún dios con esta bebida? ¿Es posible o no?

  —Tan sólo hacemos la proporción del veneno que se precisa para beber, le contestó el guardia.

  —Lo entiendo —respondió él—. Pero al menos es posible, sin duda, y se debe rogar a los dioses que este traslado de aquí hasta allí resulte feliz. Esto es lo que ahora yo ruego, y que así sea.

Y tras decir esto, alzó la copa serenamente y la tomó de un trago. Y hasta entonces la mayoría de nosotros, por guardar las conveniencias, habíamos sido capaces de contenerse para no llorar, pero cuando le vimos beber,  se nos salían las lágrimas, de manera que cubriéndonos comenzamos a sollozar y llorar.

Sócrates exhorta a no llorar a sus discípulos

Critón antes que yo, una vez que no era capaz de contener su llanto, se había salido, recuerda Fedón. Y Apolodoro no había dejado de llorar en todo el tiempo anterior, pero entonces rompiendo a gritar y a lamentarse conmovió a todos los presentes a excepción del mismo Sócrates, que dijo:

  —¿Qué hacéis, sorprendentes amigos? Ciertamente por este motivo despedí a las mujeres, para que no desentonaran. Porque he oído decir que hay que morir en un silencio ritual. Conque tened valor y mantened la calma.

 Y nosotros, al escucharlo, nos avergonzamos y contuvimos el llanto. Caminó un rato, y cuando dijo que le pesaban las piernas, se tendió boca arriba, pues así se lo había aconsejado el administrador del veneno. 

Y al mismo tiempo el que le había dado el veneno, el administrador de la ponzoña, lo examinaba, tocándole de rato en rato los pies y las piernas, y luego, aprentándole con fuerza el pie, le preguntó si lo sentía, y él contestó que no. 

Y después de esto hizo lo mismo con sus pantorrillas, mientras Sócrates se iba quedando frío y rígido. Mientras lo tanteaba el guardia nos dijo que, cuando el veneno le llegara al corazón, entonces moriría.

Ya estaba casi fría la zona del vientre cuando descubriéndose, pues se había tapado, dijo:

Últimas palabras de Sócrates

Sócrates
Este cuadro ilustra los últimos minutos de Sócrates antes de morir.

  —Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides.

  —Así se hará —dijo Critón—.

Al poco tiempo tuvo un estremecimiento, y el hombre lo descubrió, y él tenía rígida la mirada. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.

Éste fue el fin, que tuvo nuestro amigo, el mejor hombre, de los que entonces conocimos, y en modo muy destacado, el más inteligente y más justo.

Sócrates creía que al morir su alma iría al Hades, y qué al llegar allí, gozaría de dicha y paz.

Los que de verdad filosofan, se ejercitan en morir, y el estar muertos es mínimamente temible, decía Sócrates.

El que llega allí (Hades) purificado e iniciado habitará en compañía de los dioses, había exclamado horas antes de su ejecución, pues Sócrates creí en el alma y que esta era inmortal.

En la mitología griega, el Hades es el dios del inframundo y, al mismo tiempo, el nombre del reino de los muertos. No se le consideraba un lugar feliz ni desagradable, sino más bien un reino sombrío y neutral donde las almas de los fallecidos residían después de la muerte. 

Las almas podían tener diferentes destinos en el Hades, ya sea en los Campos Elíseos (para los virtuosos), el Tártaro (para los castigados) o en un estado más neutro. 

En la mitología griega, los Campos Elíseos eran un lugar de descanso y felicidad para las almas virtuosas y justas que habían vivido buenas vidas. Ahí, las almas son recompensadas con la vida eterna y paradisiaca.

La filosofía de Sócrates se centraba en la búsqueda de la verdad, la virtud y la autoconciencia a través del cuestionamiento, el diálogo y la reflexión. Su enfoque en el método socrático y la ética influyó en gran medida en la filosofía occidental.

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