La batalla de San Jacinto de Nicaragua

Escrito el: 09/14/2023 por Club de Lectores Gorki

14 de Septiembre de 1856

La batalla de San Jacinto del 14 de Septiembre de 1856, en el que se enfrentaron un grupo de patriotas nicaragüenses y una banda de filibusteros norteamericanos, es uno de los hechos más memorables de la historia de Nicaragua, un acontecimiento casi mítico entre los nicaragüenses.

Estando en la hacienda San Jacinto, el sexagenario y rudo Coronel José Dolores Estrada, había recibido órdenes de no enfrentar al enemigo, excepto si le cortaban la retirada. Había sido mandado a los llanos de Tipitapa para bloquear las actividades de los filibusteros a la cabeza de entusiastas jóvenes mal armados con fusiles de chispa, machetes y lanzas, pero deseosos de llenarse de gloria enfrentando a los filibusteros.

Habían recorrido cientos de kilómetros por las espesas montañas de Chontales y Matagalpa, subiendo cerros, cruzando ríos, donde buscaban pedernales para sus rifles. Con sus ropas hechas jirones y su piel curtida, llegaron a la hacienda San Jacinto a fines de agosto de 1856. Sucedió entonces que una guerrilla o grupo de jóvenes encontraron cerca de Tipitapa a una cuadrilla de yanquis a los que emboscaron y a uno de los cuales llevaron prisionero a la hacienda.

Para el Coronel Estrada esa era una señal para replegarse y evitar una confrontación directa con los filibusteros, de acuerdo a las instrucciones recibidas.

En un consejo improvisado discutieron qué hacer ante el inminente ataque del enemigo, más numeroso y mejor armado. Todos al unísono votaron a favor de quedarse y enfrentar el ataque, pues sería una afrenta dejar el puesto.

Un rapto de inspiración

En un rapto de inspiración y empuñando su espada, el Coronel Estrada, dijo: “No nos devolveremos de aquí, pero no seré yo quien dé parte de la derrota. Ustedes son jóvenes y se avergonzarán sino cumplen su deber”.

Todos aplaudieron y gritaron consignas de victoria. Fueron entonces donde tenían amarrado al yanqui fuera de la casa y en el acto lo fusilaron sin gastar más que cuatro tiros. Entonces empezaron a hacer barricadas alrededor de la casa-hacienda, previendo que el enemigo trataría de asaltarlos por sorpresa, pero ellos ya tenían la orden de disparar a quema ropa y estaban convencidos que antes de retroceder, era preferible la muerte.

William Walker sabía que la presencia de tropas legitimistas en los alrededores de Tipitapa era un serio inconveniente para la proveeduría de ganado para sus tropas, así que encomendó al Teniente-Coronel, Edmund H. McDonald cruzar el río Tipitapa, para atacar al enemigo asentado en la hacienda San Jacinto, calculado en unos 120 soldados.

Y así sucedió que el 5 de Septiembre, unos 40 filibusteros atacan con nutrido fuego durante más de dos horas a las fuerzas nicaragüenses que hacen resistencia desde la casa-hacienda San Jacinto, desde donde se protegen gracias a sus gruesas paredes de adobe y los corrales de piedra. Los yanquis dejan 6 muertos y varios heridos y tras retirarse, se repliegan hacia Granada.

Impacto entre filibusteros

En Granada, la noticia enardeció a muchos filibusteros que no concebían que soldados nicaragüenses hayan podido repeler a un contingente norteamericano. Entonces organizaron una nueva fuerza, y parten hacia Tipitapa, para luego llegar a San Jacinto en la madrugada del 14 de septiembre.

Una fuerte neblina rodea la hacienda y la fuerza de 60 filibusteros se organiza en tres compañías, una al mando de Capitán Lewis D. Watkins, otra bajo la dirección del Teniente Roberto Milligan y una tercera, bajo el mando del Mayor Calvin O’Neill, ante la dirección del improvisado Coronel Byron Cole, el mismo que había firmado el convenio con el presidente democrático, Francisco Castellón, el acuerdo para traer mercenarios norteamericanos a Nicaragua.

La pedrada de Adndés Castro

Los filibusteros atacaron con sus revólveres y rifles e hicieron estragos en su primera embestida, no sin pagar caro su arremetida. Cruzaron el corral e hicieron que las fuerzas nicaragüenses se replegaran dentro de la casa. Uno de los soldados, Andrés Castro, al no poder usar su rifle, se hizo de piedras para derribar y matar a un yanqui.

En medio de la confusión y el ataque permanente de los filibusteros que se habían parapetado detrás de los muros de piedra, el Coronel Estrada mandó una guerrilla por el flanco izquierdo, para atacar al enemigo por la retaguardia. Esto dio buenos resultados, junto con el hecho de hacer creer a los filibusteros que venían refuerzos para atacarlos al ver éstos, avanzar hacia ellos, las grandes nubes de polvo y escuchar los galopes y relinchos de los caballos que salían despavoridos por el susto de las detonaciones.

Una de las muertes que causó gran impacto, fue la del Coronel Byron Cole, quien fue apresado por unos labriegos mientras huía y ahí mismo lo colgaron de un árbol. William Walker, unos años después, en su libro La Guerra en Nicaragua, reconocería que la derrota de San Jacinto “causó un efecto alarmante”.

Y agregaría: “La noticia de la defensa de San Jacinto alentó mucho a los aliados y a poco de haber llegado a León, Belloso, a instancias de los más resueltos oficiales, decidió avanzar sobre Granada”.

El triunfo de los patriotas nicaragüenses en San Jacinto sobre las fuerzas filibusteras rompería con el mito de su invencibilidad y abriría una nueva coyuntura en la guerra patriótica centroamericana, con la llegada de las fuerzas aliadas a León y la firma de la unidad de las fuerzas tradicionales, conservadores y liberales, quienes, a pesar de cierta resistencia, aceptaron dilucidar sus diferencias a través de la negociación

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